El crimen de Orcival

Un imprescindible de la novela negra. En el crimen de Orcival de Émile Gaboriau acompañaremos al primer policía profesional de la literatura, el investigador Lecoq, en la búsqueda del cruel asesino de Berther, la bella y encantadora esposa del conde de Trémorel. Una investigación apasionante. 

Resumen

Se ha cometido un asesinato en los terrenos del Castillo de Valfeuillu, propiedad del conde de Trémorel. Dos cazadores furtivos han encontrado el cadáver de su esposa Berthe sumergido en un cañaveral. Mientras la policía local de Orcival está convencida de haber encontrado a los culpables y da por concluida su línea de investigación, llega un policía especial de la Sûrete de París, el inspector Lecoq, que se hace cargo del caso. El astuto detective inicia su propia investigación -caracterizada por el constante uso del método deductivo- recolectando pruebas, estudiando exhaustivamente el escenario y las posibles circunstancias del crimen, entrevistando a los testigos y analizando los posibles móviles de los sospechosos. 

El crimen de Orcival (1866) nos envuelve desde la primera escena en una atmósfera de suspense creciente que nos conduce a través de un vertiginoso recorrido de deducciones y suposiciones. Conspiraciones, sospechas, mentiras, chantajes, documentos secretos, celos, adulterio... todo debe pasar por el tamiz de la mente deductiva de Lecoq, convirtiendo la novela en una suerte de thriller de perfecta factura que mantiene en vilo al lector hasta la última página. 

Impresiones

La condesa de Trémorel ha sido brutalmente asesinada. Su cuerpo ensangrentado yace a orillas del río, entre juncos y cañaverales. Sus hermosos cabellos se enredan entre las plantas acuáticas... ¡Que desgracia! Dos cazadores lo han descubierto al alba. Desolados, avisan al juez de paz. ¿Quién ha podido cometer tan cruel crimen? 

Este es el punto de partida de El crimen de Orcival, obra maestra del escritor francés Émile Gaboriau, considerado uno de los padres de la novela de detectives. Una vez más, la editorial d'Época nos regala una exquisita joya de la literatura en una edición que derrocha elegancia. Tras una hermosa portada se esconden las bellas y originales ilustraciones realizadas por Jules Guerin e Iván Cuervo Berango. Y mención especial merece el prólogo de Juan Mari Barasorda, que se convierte en una pequeña pero brillante clase magistral sobre los comienzos de la novela policial. 

Un misterio sin resolver, un cuerpo sin vida. En el lugar de los hechos, numerosos signos de violencia. Y por delante, veintinueve capítulos para descubrir a los culpables. ¿O es posible que sólo haya un ejecutor? Acomódense en el sofá... van a viajar a la pequeña localidad francesa de Orcival de la mano del entrañable señor Lecoq. Y os puedo asegurar que merece la pena. 

¿Quién ha asesinado a la condesa? ¿Y a su marido? ¿Dónde está su cuerpo? ¿Cómo han sucedido los hechos? ¿Cual es el motivo? Todas estas preguntas se me pasaban por la cabeza mientras me sumergía de lleno en una trama donde todos sospechan de todos. Conspiraciones, chantajes, desconcierto... ¡Tienen a los asesinos! 

Y es entonces cuando entran en escena el investigador Lecoq. El detective no está de acuerdo con los agente locales y comienza su propia investigación con la ayuda del inteligente Plantat, juez de paz de Orcival. Juntos analizarán la escena del crimen, recabando pruebas, entrevistándose con los testigos... 

Lecoq es un sagaz detective que no deja nada a la casualidad. Excéntrico como buen detective, sus investigaciones son exhaustivas y sus deducciones complejas. En la escena del crimen no hay detalle que pase por alto. Es un maestro del disfraz, pues su vida corre constante peligro. Desprecia la incompetencia y admira a las mentes brillantes como la suya. Y a modo de curiosidad, siente gran predilección por el regaliz. Aunque en la actualidad Sherlock Holmes es indudablemente el detective por excelencia, no podemos olvidarnos que su creador, Sir Arthur Conan Doyle tuvo muy presente para su creación a Chevalier Auguste Duin, de Edgar Allan Poe y a nuestro entrañable protagonista, el Señor Lecoq, de Émile Gaboriau. 

El crimen de Orcival está dividida en tres parte. En un primer momento se exponen los hechos y se recopilan las pistas. Ver desenvolverse al detective Lecoq en estos capítulos es todo un deleite. En la segunda parte, Gaboriau nos desvela la vida de los condes de Trémorel. Sus pasiones, anhelos, aspiraciones... aspectos esenciales para entender la trama y conocer el alma de nuestros protagonistas. Tengo que confesaros que esta parte me resulto tremendamente interesante, pocas veces me he sumergido tanto en una historia, llegando hasta ese punto en el que dejas de leer para "sentir" con cada poro de tu piel. Con todas las pruebas sobre la mesa, y un lector cautivado hasta límites insospechados, se inicia la búsqueda del asesino. Magistralmente, Gaboriau crea una atmósfera de misterio y suspense que irá in crescendo durante toda la trama, uno de los puntos fuertes de la novela junto con los personajes, perfectamente definidos. 

El crimen de Orcival fue publicada por primera vez en 1866, cosechando un éxito sin precedentes hasta el momento. Y nuestro protagonista se convirtió en el primer investigador que utilizaba el método deductivo para resolver sus casos. Tal fue el interés que suscitó que Gaboriau escribió otras tres obras protagonizadas por el detective Lecoq. 

El crimen de Orcival es una lectura absorbente. Misterio, intriga, amor, pasión, celos, amistad... mantendrán en vilo al lector desde sus primeras páginas. Con un ritmo pausado, una prosa cuidada, una ambientación exquisita y una trama muy emotiva plagada de giros inesperados, Gaboriau teje una historia que atrapa.  No lo piensen más... ¡Déjense seducir por Lecoq!

"Entonces, el más imperceptible de los gestos, el más veloz de los movimientos, puede adquirir una enorme relevancia. Una mirada fugaz delata una ventaja adquirida; una inapreciable alteración de la voz, quizá una confesión. Sí, se trata más bien de un duelo que de un interrogatorio, sobre todo, un primer interrogatorio. En un principio los adversarios se tantean mentalmente, se analizan y evalúan; preguntas y respuestas se entrecruzan tibiamente con una especie de indecisión, como el acero de dos adversarios que desconocen sus respectivas fuerzas; pero pronto la lucha se enfervoriza; con el choque de espadas y palabras, los combatientes se enardecen, la batalla se vuelve más apremiante, la respuesta más viva, el sentimiento de peligro se desvanece..."