Los ángeles de hielo

Una historia que hiela la sangre. Una novela que se pierde en los rincones más oscuros de la mente humana mostrándonos las más perversas atrocidades que se pueden cometer movidos por el odio y el rencor. Los ángeles de hielo de Toni Hill es un thriller psicológico inquietante y perverso. Magistral. 

Resumen

Una ambiciosa intriga de tintes góticos ambientada en la pujante Barcelona de principios del siglo XX. 

En la Barcelona de 1916, Frederic Mayol, un joven psiquiatra, se ve enfrentado a un misterio que afecta a la mujer que ama y a su lugar de trabajo: un sanatorio donde aún flotan tenebrosos secretos que se remontan a un pasado reciente, cuando el edificio alojaba un internado para señoritas de buena familia, el Colegio de los Ángeles. Para descifrar la verdad Frederic deberá sumergirse en los sentimientos más recónditos y perversos del ser humano, emprendiendo una investigación absorbente de la que nadie, ni siquiera él, saldrá indemne. 

Toni Hill vuelve a demostrar su gran pulso narrativo y su habilidad para la creación de atmósferas en este fascinante best seller literario, poblado de unos personajes inolvidables y envuelto en un aliento inquietante. 

Impresiones

Los ángeles de hielo está ambientada en Barcelona, ciudad a la que llega en 1916 Frederic Mayol, un joven psiquiatra que decide abandonar a la elegante y sofisticada Viena tras su regreso de la Gran Guerra. Seguidor de las teorías psicoanaliticas de Freud consigue trabajo en el sanatorio de un tranquilo pueblo de la costa, muy próximo de la ciudad Condal. Allí espera olvidar los horrores vividos en una guerra que desangra a Europa lentamente. Pero aunque en un primer momento parece un lugar idílico, pronto descubrirá que hay sombras del pasado sedientas de venganza. 

Toni Hill nos introduce en la trama con un primer capitulo totalmente perturbador y muchos interrogantes por descubrir. Secretos y misterios que afectan a personas cercanas a nuestro protagonista: a la mujer que ama, un paciente del sanatorio... todo parece estar relacionado. Y Frederic puede ser el único capaz de encajar las piezas de este macabro rompecabezas. 

Al instalarse en Barcelona con su padre empezará a asistir a las tertulias culturales que organiza este en su casa. Allí conocerá al joven periodista Juanjo Alcázar que le introducirá en la vida social de la ciudad. Pero también conocerá a los hermanos Raventós, Gerard  y Blanca, quedando cautivado por la belleza y enigmática ambigüedad de la chica. Una atracción mutua que les llevará a iniciar una relación sentimental. 

Así es como descubre que Blanca fue alumna en el Colegio de los Ángeles, una institución para educar a señoritas bastante prestigioso en la época, y que tuvo que cerrar sus puertas a raíz de un trágico incendio que acabó con la vida de una profesora y una alumna. Curiosamente, su sede fue ese mismo edificio que hoy albergaba el sanatorio. 

Como psiquiatra del sanatorio, siente especial interés por un paciente, Biel Estrada, un pintor que en uno de sus delirios dibujó a una niña comiéndose un pajarillo. Un dibujo perturbador. Frederic es un seguidor del afamado Sigmun Freud, a quien conoció en Viena. Pese a la distancia, mantiene la amistad con su hija Ana. Estas cartas supondrán una magnífica oportunidad para consultarle al psicoanalista algunos de los aspectos más desconcertantes a lo que debe enfrentarse en el sanatorio. 

La novela cuenta con varias voces narrativas. Por una parte, está el doctor Freixas, antiguo jefe de Frederic en el sanatorio, que en primera persona escribe un libro en 1930 narrando los extraños acontecimientos en los que se vio envuelto el joven psicoanalista. Unos hechos que fueron confiados por el propio Frederic completamente desconsolado tras conocer la magnitud del fatídico puzzle que ha conseguido armar con todas las piezas del rompecabezas. Este narrador volverá a aparecer en momentos puntuales de la historia para hacer algunas aclaraciones al lector además de ser quién nos desvele el inesperado final. Las apariciones de este narrador tienen una tipografía distinta. 

Por otra parte, hay un narrador en tercera persona que es el que relata los hechos desde que Frederic se instala en Barcelona. Esta parte de la narración se caracteriza por los ágiles diálogos y la tensión narrativa, que no impide que el autor se deleite pausadamente en describir los lugares y a los personajes que encontraremos a lo largo de la novela. En este punto, el autor nos centra en los hechos acontecidos entre 1916 y 1920 y como os decía, nos muestra a los protagonista de esta historia: Blanca, una joven de lo más enigmática; su hermano Gerard, un auténtico vividor; el sagaz padre Robí, quien intentó esclarecer los acontecimientos convencido de la inocencia del presunto asesino; el bueno de Horaci Mayol, padre de nuestro principal protagonista; y su madre, tan inteligente como sofisticada. 

El último narrador está protagonizado por la señorita Águeda, directora del Colegio de los Ángeles. A través de su diario conoceremos todo lo que sucedió en el último curso del colegio, en 1908. Unos acontecimientos vitales para comprender el presente. 

Así pues, Hill ofrece al lector diversos prismas de una misma historia, todos ellos esenciales para comprender el desenlace. Era una apuesta arriesgada, pues al incluir tantos narradores podría fácilmente quedar alguno en la sombra o peor aún, romper la tensión narrativa. Pero nada de esto pasa. Y es gracias a la maestría del autor que mantiene al lector con el corazón en vilo hasta literalmente la última página. 

Pero además, es una novela que refleja el ambiente convulso de unos años marcados por la I Guerra Mundial, la más desoladora conocida hasta el momento y la tensión social a causa de una población que a duras penas logra sobrevivir. Y que nos deja con la sensación de que la verdad no siempre nos libera, a veces, puede condenarnos eternamente. 

En Los ángeles de hielo no hay tramas secundarias de relleno, ni personajes "chirriantes" o acontecimientos sin la más mínima trascendencia. En esta novela todo esta cuidado al mínimo detalle. Es sencillamente redonda. 

Y si, es un novelón. Y gran parte de la culpa la tiene la ambientación. Hill crea una atmósfera que envuelve al lector hasta inquietarle. Mejor dicho, hasta perturbarle. Es una novela aterradoramente exquisita. Elegante en sus formas. Poderosamente atrayente en su contenido. Y sus personajes, con demasiadas irresistibles sombras como para no perderse entre ellos. 

Todo. Me ha gustado todo en Los ángeles de hielo de Toni Hill.  La complejidad de la trama. La prosa cuidada y elegante. La tensión narrativa frenética. La ambientación exquisita. Los giros inesperado, porque los hay, y muchos, hasta cuando ni siquiera por asomo crees que puedan sorprenderte... Podría pasarme horas alabando esta novela, pero creo que ya habéis captado cuanto he disfrutando con su lectura. Y es que una novela que tras leer su última página cierras boquiabierto con los pelitos de punta debe ser una gran novela. ¿No creéis? 

"Nadie debería saber la fecha de su propia muerte, le había dicho el cura de la cárcel, como si la injusticia de la ejecución no radicara en el hecho en sí sino en conocer de antemano los detalles concretos que la definían. El día, la hora, el lugar. El garrote. Ésas son cosas que sólo atañen a Dios, había añadido; ni a ti, ni a mí, ni al verdugo ni al juez."

* Gracias a la editorial Grijalbo por el ejemplar